JOCABED
“Un varón de la familia de Leví fue y tomó por mujer a una hija de Leví, la que concibió, y dio a luz un hijo; y viéndole que era hermoso, le tuvo escondido tres meses”. Éxodo 2:1-2
Por Rev. Alberto Ortega
En el libro de Éxodo, tenemos a Satanás operando por medio de Faraón, rey de Egipto, para la destrucción de los niños hebreos (Éx. 1:22). Pero en medio de aquel violento ataque, ciertos padres decidieron no dejarse vencer por aquel edicto real (Éx. 2:1-2). Esta decisión salvó la vida de Moisés, el cual llegó a ejercer uno de los ministerios más extraordinarios narrado en la Biblia.
JOCABED, UNA MADRE PARA LA CRISIS
La entrega a la fe. “Por la fe Moisés, cuando nació, fue escondido por sus padres tres meses, porque le vieron niño hermoso, y no temieron el decreto del rey” (Heb. 11:23).
Para poder vencer la crisis en su familia, Jocabed se entregó junto a su esposo a la fe en el Dios vivo. Y aunque había un edicto de Faraón que les exigía entregaran su hijo a la muerte, ellos decidieron esconderlo; aunque estaban corriendo peligro de muerte, se pusieron en las manos del Dios vivo.
La entrega de los sentimientos. Jocabed tuvo que entregar sus sentimientos de madre a los pies del Señor, la Escritura dice: “Pero no pudiendo ocultarle más tiempo…” (Éx. 2:3).
Aquellos sentimientos desgarraban todos los días su corazón de madre, ella entendió que sus sentimientos no podían salvar a su hijo. La fe no tiene que ver con lo que uno siente, sino a quién dirigimos la mirada: “Puestos los ojos en Jesús, el autor y el consumador de la fe…” (Heb. 12:2).
Hay algo asombroso, el nombre de Moisés “sacado de las aguas” no le fue dado por Jocabed sino por la hija de Faraón. Cuán terrible debe ser esto para una madre. ¿Cómo logró esto? Entregando sus sentimientos en las manos del Señor, y Dios mismo decidiera. A veces, los sentimientos de la madre o del padre malogran los propósitos de Dios para con los hijos, se cree que esto o aquello conviene más y nos anteponemos a los propósitos de Dios.
La entrega a las aguas. “… Tomó una arquilla de juncos y la calafateó con asfalto y brea, y colocó en ella al niño y lo puso en un carrizal a la orilla del río” (Éx. 2:3). En Egipto el junco era la materia prima con la que se construían las embarcaciones; luego la calafateó, la untó con asfalto y brea, le puso dos protecciones. Jocabed se aseguró de que aquello sobre lo cual entregaba a su hijo a las aguas fuera adecuado, resistente a las aguas del Nilo.
Nuestros hijos tienen que hacer frente a unas aguas impetuosas en las escuelas, universidades, compañías, están rodeados de un ambiente decadente y agresivo contra todo concepto moral. La Biblia es cuestionada por maestros y amistades, estamos viviendo en los días del fin, y las aguas contaminadas del pecado han tomado proporciones universales. ¿Estamos usando lo que puede vencer ese río impetuoso y contaminado? ¿Nos preocupa lo que estamos usando para la arquilla de nuestros hijos?
Entregó al río Nilo a un niño condenado a muerte, pero por la fe lo puso en las manos de Dios, para que el Señor guiara aquella arquilla; el río estaba plagado de cocodrilos. La mano poderosa de Dios iba llevando al niño Moisés hacia la hija de Faraón. ¿Qué mejor lugar que la casa de la hija del Faraón que había condenado a Moisés? No había en todo Egipto un lugar más seguro que ese. Moisés pasó de debajo de la amenaza de muerte a la protección regia.
Dios tocó el corazón de la hija de Faraón para que se lo entregara de nuevo a la madre sin tan siquiera saberlo: “Entonces su hermana dijo a la hija de Faraón: ¿Iré a llamarte una nodriza de las hebreas, para que te críe este niño? Y la hija de Faraón respondió: Ve. Entonces fue la doncella, y llamó a la madre del niño, a la cual dijo la hija de Faraón: Lleva a este niño y críamelo, y yo te lo pagaré. Y la mujer tomó al niño y lo crio” (Éx. 2:7-9). Además, Jocabed recibió una paga del fondo del gobierno egipcio. ¡Cuán grande es Dios!
Renovando la entrega. “Y cuando el niño creció, ella lo trajo a la hija de Faraón, la cual lo prohijó, y le puso por nombre Moisés, diciendo: Porque de las aguas lo saqué” (Éx. 2:10). Jocabed había tenido aquel hijo en sus brazos unos años más, pero cuando llegó la hora lo tuvo que entregar por segunda vez. Jocabed tuvo que sacrificar de nuevo sus sentimientos, su amor de madre, para que los propósitos de Dios se cumplieran con su hijo y la nación de Israel. La elección era dura.
Es en el proceso de la entrega, del sufrimiento, que nacen las grandes liberaciones; todo un pueblo esclavizado estaba recibiendo liberación por medio de una madre que supo renovar su entrega. Jocabed entregó al río a un niño condenado, un instrumento escogido por Dios, y el Señor le entregó a Israel un libertador. Moisés nunca negó el nombre que recibió de la hija de Faraón, sino que se identificó plenamente con ese nombre; se entregó plenamente a los propósitos de Dios porque su madre supo prevalecer en la crisis.